Los cantos del Inframundo
Sonetos a Eurídice
Tan sólo aquel que levantó la lira,
incluso entre las sombras,
puede expresar, entre presentimientos,
la alabanza infinita.
(Sonetos a Orfeo. Rainer Maria Rilke)
Los Cantos del Inframundo es un proyecto que reflexiona sobre la cueva, ese espacio interior y abstracto donde nace el pensamiento simbólico. Mediante el uso de catorce fotografías, como los catorce versos de un soneto, la imagen de estos espacios es convertida en sonidos digitales en forma de cantos, a través de una lectura espectrográfica. El claroscuro de las fotografías de las cuevas en penumbra, donde la humanidad empezó a ver de forma simbólica y sobre todo a imaginar el mundo exterior de las apariencias, nos remite a un espacio predominantemente acústico ya perdido, que en este caso es recreado mediante un software digital. Son imágenes fotográficas que funcionan como partituras, "espectrofonías" cuyo sonido puede oirse a través de un audiovisual que a su vez funciona gráficamente como un reproductor y que acaban sonando como cantos corales sintéticos. La inquietante resonancia funciona como una explicación ininteligible del misterio de la penumbra que desemboca en el entendimiento. La música evoca como en el mito de Orfeo y Euridice, ese descenso a la oscuridad en busca de la belleza y la luz. Esa agitación que provoca en nosotros la primera apariencia de lo anhelado, la belleza efímera e inexplicable que tiene aquello que tanto buscamos, y que una vez encontramos siempre estamos a punto de perder. Mientras, intentaremos comprenderla.
Orfeo consigué con la música de su lira detener los tormentos del inframundo por primera y única vez, ablandando los corazones de Hades y Perséfone, que permitieron a Eurídice volver del mundo de los muertos al mundo de los vivos. Cuenta el mito que la condición impuesta por los dioses de lo oscuro era que él fuera siempre delante de ella y no mirase en ningún momento atrás hasta que hubieran alcanzado el mundo superior y los rayos del Sol la bañasen por completo. A pesar de sus ansias, Orfeo nunca giró la cabeza, pero una vez en la superficie se volvió para observarla cuando su amada que aún tenía un pie en la penumbra, quedando entonces convertida en sombra para siempre. Según Platón, que nos dejó la original metáfora cavernaria del mundo de las ideas, los dioses del inframundo habrían presentado sólo una aparición de Eurídice, dejándole a su vez al bardo sólo el recuerdo de su amor. Debieron considerar a Orfeo un cobarde incapaz de morir por su amor al buscar la forma de penetrar con vida en el Hades usando el poder de sus cantos en vez de ofrecer su vida por ella.