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Dos paisajes dobles. Tú, yo, él, él-otro


Camisa de fuerza para dos de Paco Nadie. 1998 (fotografía de Marco Morilla)

Tú, yo, él, él-otro. Cuarta persona del singular. Él-otro, lo-otro, agujero o nicho donde acudir para enterrar los cadáveres y los pequeños desastres, los fracasos y las culpas, las nuestras, las tuyas, las mías, las de otro. Nosotros resistimos el envite, salgo a flote asido a ella. Ella está a mi lado, no ella-otra, simplemente ella, necesaria junto a mí, me ayuda a bracear contra corriente, a favor de ella, con ella, respirar en la superficie, suspirar de ella. Tú, yo, otros. Nosotros, vosotros, cuando todo se extinga faltarán ellos, ellos-otros, les ocurrirá todo lo que se supone es el destino, vuestro, de ellos, nuestro, tomando posiciones para una meta que es el fin de todo, de ellos, de lo suyo, de lo nuestro. Tú no, tú estás a salvo, de eso me encargo yo. Pequeños desastres de carne, individuos como proyectos extinguidos antes de iniciar su camino, descensos en picado a ninguna parte, con nosotros, contigo, sin compañía ni pesos muertos, putrefactos, allí, aquí, en ningún sitio, hacia ningún lugar, contigo sí, contigo. Sin lastre, sin pasado ni memoria, sin paisajes ni referencias, sin desarrollos ni imágenes posibles, larvarios en sus registros, sin deudas pendientes con él ni con nadie. Contigo, sólo contigo, de eso me ocupo yo. Situamos las piezas allí, aquí, dónde, cuándo, con él-otro, para él-otro, para ti, no sin ti, conmigo, nosotros. Las escuchamos, las oímos Tú y yo, las sentimos y las vemos, palpamos, nos palpamos sin él-otro, recorremos la carne y la piel, tuya, mía, nuestra, entre nosotros, para nosotros, sin los otros. Nos escondemos de los otros, de él-otro, agazapados, juntos bajamos escapando por senderos repletos de rojo, entre la prisa y la euforia, descansamos observando los reflejos naranjas del asfalto, descubriendo paisajes gemelos de tus ojos, en tus ojos, sin dobles sentidos. Tuyos, míos, nuestros. Espejos cristalinos por el agua vertida en el suelo, en las orillas, en los patios cercados que nos ocultan a su vista, de ellos, de vosotros, de la vuestra, en silencio para dejar llegar hasta nosotros los gritos de los juegos, pequeños y anónimos gritos rojos, rotos. Tú, yo, él, él-otro. Cuarta persona del singular. Buscamos los reflejos en los círculos para volver a ser Tú, en el óvalo para ser yo, nadie más, lejos de lo otro, distantes de vosotros, sin nada más, desechando la prótesis innecesaria, prescindiendo de lo desconocido, de los desconocidos, cediéndola a él-otro, postrados sobre el suelo, tumbados bajo el manto naranja que discurre encima de nosotros, rodeados de verde, amarillo vítreo y cálido. Bajo nosotros nada, invitaciones en los muros para la mirada, para no ver nada, para verlo todo, convirtiendo la realidad en duda, la curiosidad en peligro de extraviarnos en el vacío ofrecido abiertamente, para no llegar nunca a un destino que desconocemos, objetivo de él-otro. Blanco y negro generador de luz para una espiral seductora de lo otro, abrazado a tu mano para no perdernos, para no perderme, para no perderte. Trampas tendidas de las paredes, surgidas de sus superficies, embutidas entre láminas transparentes, resultantes de la mentira y el artificio, para caer en la cuenta que lo valioso no se encuentra en ellos, en él-otro.

Javier Ávila

(texto para la exposición "4ª persona del Singular")

Actividad :: PACO NADIE.

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