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Paco Nadie. Realizar lo ireal.


“Lo real sólo es la base, pero es la base”. Esta breve sentencia del poeta norteamericano Wallace Stevens creo que sirve perfectamente para enmarcar el nuevo trabajo de Paco Nadie. Ya en trabajos anteriores Paco Nadie había diseñado esta posibilidad de lo irreal como vínculo efectivo (y afectivo) para pensar lo real. Sin embargo, en Durmiendo en la orilla este proceso alcanza territorios nuevos dado que en este caso las obras tratan de alcanzar un nivel de diálogo diferente tanto con lo real como con el espectador. Y el medio de ese diálogo (entre lo real y lo irreal) es un sujeto imposible de definir: el mar. Y he aquí lo interesante: la reapropiación del romanticismo para reconvertirlo en eje de una política sensible diferente. Habíamos visto con Friedrich a un “Monje a orillas del mar”, ahora Paco Nadie nos ofrece la condición de posibilidad de ese paisaje, su propio carácter de fantasmagoría. Decían los románticos que el romanticismo no es un estilo sino una forma de hacer cuya finalidad es mostrar de un modo desacostumbrado (la palabra es de Wordsworth) lo que se nos aparece cada día. O dicho de otro modo: atravesar lo real para traer hacia nosotros el carácter de irrealidad que posee lo que vemos. ¿Es Paco Nadie en Durmiendo en la orilla un romántico? No exactamente. Aunque eso no importa. La intención de Paco Nadie a lo largo de las imágenes que se nos ofrecen en esta exposición puede ser más bien la de realizar. Paco Nadie como realizador. Sí, esa palabra (realizador) era para Cézanne una palabra clave, casi fundadora, una palabra con la que el pintor se encontraba a gusto. Realizar como el gesto radical de quien es capaz de hacer real lo que de por sí carece de forma definida. En este caso, Paco Nadie realiza todo un espacio de afección a través del lenguaje que es el mar. Nos ofrece un juego entre lo virtual y lo real cuya finalidad es atraparnos y rechazarnos al mismo tiempo. El artista es quien hace que lo real dude de su propia existencia, quien lo fuerza para reconvertirlo en un gesto hipnótico, extraño, irreal.

En este caso el mar también es un límite, una frontera, pero ese límite y frontera siempre es variable, nunca permanece igual. Es por eso que también el tiempo tiene mucho de fantasma, de imposibilidad. Nada permanece ni es como permanece parece decirnos Paco Nadie en un tono francamente presocrático.

Y al hablar de todo esto, nos damos cuenta de que la poesía juega un espacio importante en este proyecto. La poesía siempre ha tenida una presencia sólida en el trabajo de Paco Nadie. La capacidad de realizar (que en el fondo es mostrar cuánto de irreal hay en lo real) se une en su trabajo a los diversos usos del lenguaje. En este caso Paul Valery y toda la semántica del cementerio marino: colores, formas, territorios, sonidos… Y al hablar de todo ello, me viene a la mente otro poeta para el cual el mar es clave y desde cuya poesía podría leerse también este trabajo de Paco Nadie, W. H. Auden. Leemos: “allí donde voy las palabras no tienen peso: es mejor / entonces que entregue su fascinante consejo / a la silenciosa disolución del mar / la cual no hace mal uso de nada pues no valora nada”.

El mar no deja de ser al mismo tiempo una perfecta alegoría. La muerte, el juego del paso del tiempo, la imposibilidad de ser, etc., se encierran en el mar, el cual sólo el silencio nos da por respuesta. Podemos pensar este trabajo de Paco Nadie como una sucesión de preguntas cuya respuesta es siempre la imposibilidad de una respuesta. Al fin y al cabo, tarde o temprano, todos terminamos durmiendo en la orilla.

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